Imagen: Annabel’s London
*Música durante la lectura (para sentir mejor el ambiente de este capítulo os recomiendo esta canción de fondo)
Una auténtica obra de Picasso, rebautizada como «Annabel«, en honor al lugar donde estaba domiciliada, daba la bienvenida a dos esbeltas jóvenes vestidas como un pincel a una verdadera mansión georgiana de cuatro pisos.
El nuevo edificio que albergaba Annabel’s*, uno de los clubs privados más exclusivos de Londres, incluso, uno se puede atrever a decir, del mundo, se encontraba a tan solo unos metros del lugar donde había nacido de la mano de Mr. Birley hace casi 60 años.
Ser miembro de Annabel’s ha sido desde su fundación un sinónimo de clase y estatus social. Los famosos más ilustres y la élite más privilegiada de las últimas décadas han pertenecido y siguen formando parte de este emblemático sitio, que no hace mucho se ha mudado al número 46 de Berkeley Square, Mayfair, inaugurando una faceta aún más despampanante y lujosa.
Las dos amigas cruzaron la majestuosa entrada, recibidas por la amabilidad del personal del club y observadas por una gran escultura de Pegaso, el caballo alado, que colgado del techo rodeado por una señorial escalera, que parecía llevar al mismísimo cielo, sobrevolaba a todo visitante que entraba a Annabel’s London.
— La primera vez que vine aquí fue con Christoph, — comentó una rubia alta, de pelo liso, vestida de un estrecho vestido negro, mientras caminaba por los pasillos tapizados en motivos salvajes, seleccionados por Martin Brudnizki Design Studio. — Se acababa de reabrir, — continuó. — Cuando vi todo esto, entendí que era lo que soñaba de pequeña, aunque sin saber todavía que algo así podía existir.
«Cuando vi todo esto, entendí que era lo que soñaba de pequeña, aunque sin saber todavía que algo así podía existir.»
La amiga, que se dirigía junto a ella a uno de los cuatro maravillosos restaurantes de este club privado, conocía esa historia. Parecía su hermana gemela en versión castaña, no solo a nivel físico, sino que también a nivel ambiciones, valores y la forma de ver la vida.
— Gracias por el descubrírmelo, de verdad. Desde que Joseph decidió mudarse a Mayfair, la terraza con jardín de Annabel’s se ha convertido en su sitio favorito, — contestó la “gemela”. — Cuando vives en medio de una gran ciudad, siempre buscas ese lugar que te transporte a la tranquilidad de la naturaleza.
«Cuando vives en medio de una gran ciudad, siempre buscas ese lugar que te transporte a la tranquilidad de la naturaleza.»
“Matteo’s”, la más reciente inauguración del Club, que ofrecía todas las delicias de la cocina italiana y la mejor bodega de vinos, era su destino. Se sentaron en uno de sus sofás tapizados en terciopelo, rodeado de las más variopintas obras de arte, que creaban un ambiente caóticamente satisfactorio, recordando a un sueño que no sabes explicar. Tras seleccionar la bebida de una amplia selección de vinos italianos que oficia la carta de “Matteo’s”, retomaron la conversación que tenían en el coche camino a este restaurante.
— Bueno, ahora sí me puedes contar bien qué es lo que te pasa, — dijo la chica de pelo castaño y rasgos eslavos, acomodándose y revisando sutilmente la carta de la comida.
— Lo quiero y no puedo evitarlo. No sé qué hacer, — contestó la rubia tomando un sorbo de Giuseppe Rinaldi, reserva del 2008. — Han pasado casi tres años desde que le vi por última vez, por lo que pasó. No había pensado en ello hasta ahora. Ahora, que por fin he sabido que le puedo perder de verdad, a pesar de ya no tenerlo, lo entiendo. Entiendo que lo necesito en mi vida.
— Adina, han pasado tres años, ya no hay vuelta atrás. Estás casada con su padre, — la amiga cortó sus ilusiones.
— Lo sé, nunca me había arrepentido y siempre pensé que había hecho lo correcto, pero cuando lo vi ahora en el hospital, comprendí que estaba equivocada, que quiero estar con él, salvarlo, cuidarlo y estar a su lado siempre. ¡No sé qué hacer! — continuaba la rubia casi echándose a llorar, entendiendo que su amor ya no tiene vuelta atrás.
Conoció a Michael Sommer en uno de las discotecas más emblemáticos de Londres hace casi cuatro años, cuando apenas llevaba unos meses en la capital inglesa. En su ambiciosa búsqueda de aspirar a más, concluyó que para qué consolarse con el hijo, si una puede conquistar al padre: el verdadero dueño de la fortuna. Una decisión guiada por el constante deseo de insatisfacción y el miedo de dejar escapar la oportunidad más beneficiosa, su falsa expectativa de la felicidad. A pesar de que ella quiso y, como ahora entendía, nunca dejo de querer al joven Sommer, las ganas de no perder una vida aún mejor se antepusieron a ese amor, una decisión que destrozó a una familia, mató a una persona y cambió la forma de ser y ver a las mujeres del joven de apariencia nórdica. Entendía, que él no la perdonaría, pero no perdía las esperanzas de que eso pudiera pasar; al fin y al cabo algunas relaciones nunca terminan, se quedan dormidas en nuestro interior esperando a que su dueño vuelva para despertarlas.
«…al fin y al cabo algunas relaciones nunca terminan, se quedan dormidas en nuestro interior esperando a que su dueño vuelva para despertarlas.»
— ¿Pero cómo está, qué dicen los médicos? — preguntó su amiga, mientras le servían una burrata di Andria.
— Que ya está fuera de peligro, pero no sabemos cuándo se despertará. Christoph está con él ahora, — continuaba Adina, acordándose del inconsciente rostro, que no podía borrar de su mente. — En cuanto nos enteramos, él encargó el jet, porque ahora con la pandemia, no hay muchos vuelos que digamos. Yo insistí en venir con él. Lo cierto es, que ellos tampoco se hablan desde que se supo de lo nuestro. Sé que nos culpa por el accidente de su madre.
Mientras en «Annabel’s» los antipasti se sustituyan por una parmigiana di Melanzane, al hospital donde todavía yacía inconsciente el joven del que se hablaba, llegaba un apuesto moreno con una atractiva mujer que parecía ser modelo.
Éste nunca había conocido al padre de su amigo en persona, aunque por varias conversaciones sí sabía de su traición. El madrileño, que le robó la cita de la pasada noche, conoció al nórdico ya siendo un joven vividor ambicioso, que desconfiaba de los demás y confiaba en uno mismo: una persona que aparentemente no quería a nadie y no se dejaba querer, pero cuya esencia decía lo contrario, demostrando fidelidad y honestidad allá done iba y con quien se relacionaba.
Los jóvenes saludaron al señor que parecía una exacta copia de Michael con 30 años más. Las raíces noruegas y austriacas de su padre ganaron el físico mediterráneo de su madre, que solo se podría notar si uno se fijaba con extrema atención. La chica recién llegada sí era un idéntico clon de esa mujer española que se mató en un accidente de coche hace tres años, a causa del alcohol consumido aquella noche para ahogar las penas por la traición de su esposo.
Eva, la hermana mayor de Michael, no tenía ningún parentesco con el caballero que estaba sentado al lado de la cama de su hermano pequeño. No lo odiaba, incluso en una determinada época de su vida lo llegó a querer, por haber sustituido la figura de un padre para ella, pero este sentimiento se borró por completo con la decisión que le costó la vida a su madre y de cierta forma a su hermano, que nunca volvió a ser el mismo. Dicen que del amor al odio hay solo un paso, y es, porque tienes que querer mucho a una persona para llegar a odiarla, como Michael quiso a su padre.
«Dicen que del amor al odio hay solo un paso, y es, porque tienes que querer mucho a una persona para llegar a odiarla…»
La rubia de pelo liso, entró en una elegante habitación de tonalidades rosadas con paredes estampadas en ilustraciones de flores y el techo repleto de rosas de seda cosidas a mano. Curiosamente el “Ladies’ Powder Room”, el servicio de las señoras del último piso diseñado por Brudnizki, se había convertido en un punto de admiración para los miembros del club y un must-visit para los que jamás han entrado en «Annabel’s«, y que quizás nunca lo lograrían.
Se apoyó en uno de lavabos, creados de la piedra de ónix en forma de concha; parecían esculpidos por la misma naturaleza o sacados de un cuento de hadas. Abriendo el grifo que imitaba la figura de un cisne en color oro, cogió agua en manos y aclarándose la cara, observó en un enorme espejo tipo Art Déco, cómo la máscara de pestañas corre por su lloroso rostro. Un rostro joven y cuidado, que aparentaba bastante más edad de la que realmente tenía su dueña. Un rostro del que ella había presumido toda la vida y que odiaba en este momento.
*Debido a las medidas tomadas en relación con el COVID-19 los horarios y la apertura de algunos espacios del local pueden variar.
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