CAPÍTULO XIX: El regreso

Imagen: Dani Brasserie Four Seasons Madrid

*Música durante la lectura (para sentir mejor el ambiente de este capítulo os recomiendo esta canción de fondo)

Desde que vi a Sommer por última vez, me había imaginado este momento decenas de veces, pero ni siquiera en las fantasías más creativas podía pensar que sería dentro de unas circunstancias como estas. Cuando alguien conquista nuestra atención ansiamos demostrarle lo que valemos, pero algunas veces esta oportunidad llega cuando la atención ya no le pertenece. 

«Cuando alguien conquista nuestra atención ansiamos demostrarle lo que valemos, pero algunas veces esta oportunidad llega cuando la atención ya no le pertenece.»

A medida que estaba conociendo a Alex, fui olvidándome de Sommer o eso creía hasta el instante en el que él cruzó la puerta de Four Seasons. Volvía a mi vida de la misma manera de la que llegó: acelerando mi corazón y despertando esa sensación en el estómago. Mientras más se acercaba a mí, más aumentaban los efectos de su regreso.

«Mientras más se acercaba a mí, más aumentaban los efectos de su regreso.»

— ¿Michael? — dije yo en el momento que se detuvo frente a la recepción.

— ¿Nos conocemos?  — me miró con confusión como si nunca me hubiera visto antes, y así era. Aquel accidente me borró de su memoria.

— Pensé que te acordabas de mí… Soy Ava, — contesté perpleja ante su respuesta porque hubiera jurado que cuando le llamé anoche él sabía quién soy.

— Aaah, claro, la chica de Alex… Discúlpame, por favor,  — dijo él, dándome la mano para saludar. — ¿Cómo estás? Lo siento, seguro que ya sabrás que después del accidente tengo problemas para recordar algunas cosas… o personas ¿Alex llegó a presentarnos? 

— No, nos conocimos después de todo eso sucediera… —  mentí yo, lamentándome de su olvido, pero a la vez, aliviada, pues ello disminuía las probabilidades de caer en la tentación.

— Perdóname un momento, termino con esto y hablamos de todo, — me sonrió, mientras sacaba su pasaporte.

— Sí claro, te esperaré en el restaurante de arriba, —  respondí dirigiéndome a los ascensores, a través el lobby del hotel, hoy decorado con frescos abanicos de lirios morados.

Subiendo a la azotea, donde se ubicaba el nuevo restaurante de chef tres estrellas Michelin —  Dani García, estaba intentando desviar mi preocupación desde el presente hacia lo importante: encontrar a Alex, pero parecía que mi mente quería ser egoísta por unos minutos más.

Estaba en la última planta de Four Seasons Madrid, pero de cierta forma me sentía en el Boulevard Saint-Germain de París, el lugar que desde hace más de cien años hospeda las brasseries más emblemáticas de Francia, el mismo donde a lo largo de décadas ilustres personajes culturales buscaban la inspiración y los políticos se reunían para crear historia. “Dani Brasserie” hacía un claro guiño a uno de esos tradicionales y acogedores sitios en los que no podía faltar el ratatouille o una buena tortilla francesa en la carta. El equipo de Martin Brudnizki fue el responsable de crear ese ambiente francés que fusionaba a la perfección la simpleza, pero también el glamour de una auténtica brasserie parisina.

Las paredes empapeladas, el predominio de tonalidades verdosas en sofás de terciopelo y sillas de cuero y madera de este lugar tan vintage, me hacían pensar que quizás en un ambiente parecido Ernest Hemingway había ideado sus obras más emblemáticas.

— Voy fuera, ¿me pone un “Féten”, por favor? — pedí al camarero, que me sonrió y me dio su seña de aprobación con la cabeza, mientas limpiaba las copas en medio una gran barra central de mármol, que también me recordaba a un pasado que nunca conocí.

Salí a la terraza con impresionantes vistas al corazón de la ciudad. A diferencia de ayer, ni una nube ponía trabas al sol que ya estaba ansioso por iluminar cada rincón de este lugar. Aquí las palabras “De Madrid al Cielo” cobraban su mayor sentido. A veces, hace falta subir hasta arriba del todo para entender lo alto que has llegado y que el mundo está a tus pies, pero también para comprender lo fácil que es caer al abismo. 

«A veces hace falta subir hasta arriba del todo para entender lo alto que has llegado y que el mundo está a tus pies, pero también para comprender lo fácil que es caer al abismo.»

Me senté en una de las mesas de la terraza de “Dani Brasserie” y cerré los ojos sintiendo cómo el sol acaricia mi cara. Adoraba esa sensación, me hacía olvidar de todo y sentir que la vida carece de problemas. Sommer me observaba a tan solo uno metros, deseando ser el sol, mi sol. Se acordaba de mí, por supuesto que se acordaba, pero decidió ocultármelo por la misma razón por la que yo sentí ese alivio al descubrir su olvido: la tentación era demasiado fuerte.

— ¿Desea algo, señor? — preguntó a Sommer el camarero que me traía mi cóctel de Alkkemist, Italicus, cardamomo y soda, interrumpiendo mi minuto de relax.

Me giré y vi al nórdico, nuestras miradas se volvieron a cruzar como aquel día. Ambos sabíamos lo que estaba pasando, pero ninguno se atrevía a decirlo.

«Ambos sabíamos lo que estaba pasando, pero ninguno se atrevía a decirlo.»

— Un espresso, por favor, — Sommer se sentó a mi lado en una silla de diseño Art-Nouveau con vistas al torreón del reloj de Four Seasons, que ya comunicaba la hora de comer. — ¿Cuéntame, qué ha pasado?

— Es Alex… está metido en algo grave… — dije yo sin todavía asimilar en mi cabeza lo que estaba sucediendo.

— Escúchame, no te preocupes. Es Alex. Él siempre está metido en algo, forma parte de su vida, —  Michael se apoyó en el respaldo de la silla, agradeciendo la llegada del café, y continuó, — lo que pasa es, que ha estado muy distraído para buscarse problemas nuevos desde que está contigo. ¿Quieres comer algo? — concluyó, mirando el menú de la brasserie en su móvil.

— ¡No sé cómo ha sido las veces anteriores, pero es algo peligroso, ayer hubo un tiroteo en nuestra casa y unos hombres asiáticos se lo llevaron a Dios sabe dónde! — contesté de manera alterada, para que Sommer se tomara en serio mis palabras, ignorando su pregunta.

— Está bien, dime con todo el detalle qué ha sucedido.

Empece a contarle todo lo que había pasado la noche anterior; evitaba mirarle a los ojos, pues conocía el efecto de esa mirada.

«…evitaba mirarle a los ojos, pues conocía el efecto de esa mirada.»

— ¿Tienes la llave y el reloj? — me preguntó, asimilando que esta vez Alex se había metido en algo gordo de verdad.

— Sí, — abrí el bolso sacando las pistas para ubicar a mi novio, mientras Sommer encargaba una tortilla con queso azul de búfala y una ensalada de bogavante.

El nórdico cogió los objetos y con confusión me contestó:

— Pero… esto es mío, se lo dejé a Alex porque… 

— ¡Ava, mira a quién me he encontrado! — la voz de Marta, que apareció en “Dani Brasserie” tal y como habíamos quedado, interrumpió la confesión de mi acompañante, — ¡A mi hermana Regina, que ha venido de imprevisto de Londres porque su chico tenía un viaje de negocios!

Marta se acercaba a nosotros junto a una chica menuda, vestida de gabardina y con una bolsa de Hermès en la mano. La sonrisa de Regina desapareció de su cara al ver que era Sommer el hombre que me acompañaba. El nórdico se levantó y le dio un beso.

— ¿Ah, os conocéis, chicos? — preguntó Marta, sonriendo y mirándonos confundida.

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*Debido a las medidas tomadas en relación con el COVID-19 los horarios y la apertura de algunos espacios del local pueden variar.

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