CAPÍTULO XXII: Sin respuesta

Imagen: Caramba Madrid

*Música durante la lectura (para sentir mejor el ambiente de este capítulo os recomiendo esta canción de fondo)

Alex estaba sentado en el asiento trasero de ese coche negro que me aguardaba frente al hotel. Me percaté de su despreocupada sonrisa entusiasta que no se asentaba en mi cabeza. Aturdida tras lo sucedido, le respondí con una bofetada que ni yo misma me esperaba; a pesar de que, no hace tanto, pensaba que me lanzaría a abrazarlo nada más verlo.

«…le respondí con una bofetada que ni yo misma me esperaba; a pesar de que, no hace tanto, pensaba que me lanzaría a abrazarlo nada más verlo.»

— Me lo merezco, — el causante de mis inquietudes y rabia se tocó la mejilla que se quedó sonrojada por ese repentino golpe que nos cogió a ambos por sorpresa, y me volvió a sonreír, mientas su mirada me invitaba a ese abrazo. Y así hice. Me abalancé sobré él y empecé a llorar como una niña pequeña. El coche arrancó en una dirección desconocida.

Cogí su rostro, sintiendo cómo sus manos rodean mis muñecas y le miré fijamente a los ojos, mientras de los míos caían lágrimas, lágrimas de felicidad de que estaba bien, lágrimas de enfado por lo mal que lo había pasado estas horas, lágrimas porque no me podía creer que lo tenía frente a mí. 

— ¿Estás bien? ¿Por qué me has hecho esto? ¡No sabía qué pensar! — dije yo, encontrando su mirada en la mía.

Alex no me contestó nada, me besó en la frente y, abrazándome, me recordó que está aquí, conmigo. Me apoyé en su pecho sintiendo el latido de su corazón, y ese deseo de que él pasara por el mismo dolor por el que yo pasé, la idea con la que venía a aquel encuentro, se desvaneció por completo. 

— Perdóname, te lo explicaré todo cuando llegue el momento, pero ahora no puedo… tengo que terminar una cosa importante y solo quiero pedirte que confíes en mí, — me hablaba de forma calmada y paulatina, como si me estuviera pidiendo lo más sencillo del mundo. Me separé de él, sentándome rectamente, y lo miré de forma desconcertada. — No te preocupes, — continuó, — pronto todo volverá a ser como antes, incluso mejor, y nos olvidaremos de esto. Ava, te quiero. Créeme, —  cogió mi mano, apretándola con la suya y la besó.

— ¿Y la policía? — pregunté yo, acordándome de la llamada de inspector Aguirre, quien me estaba esperando en la comisaría con las noticias sobre Alex.

— No le digas nada. Compórtate como si este encuentro nunca hubiera tenido lugar.

Bajé la mirada, mientras mi razón intentaba luchar con mi corazón al escuchar esas palabras.

— Créeme, todo saldrá bien. ¿Vale? — siguió.

Asentí con la cabeza. Mis ganas de confiar en sus palabras eran tan fuertes que todas las posibles alternativas que no me llevasen a ello me parecían incorrectas. La decisión que tomé sobre el averiguar la verdad por encima de todo se desvanecía con esa iniciativa de anteponer mi esperanza, ilusiones y sentimientos ante la realidad y los hechos.

«Mis ganas de confiar en sus palabras eran tan fuertes que todas las posibles alternativas que no me llevasen a ello me parecían incorrectas.»

— ¿Y Sommer? 

— ¿Qué pasa con Sommer? — Alex me respondió sin entender a qué venía esta pregunta.

— Está aquí. No sabía qué hacer y a quién llamar… Llegó esta mañana para ayudarme a encontrarte. Está en el hotel… Es tu amigo, seguro que puede ayudarte…

— ¡Olvídate! — Alex me interrumpió alteradamente. — ¿Le has dicho algo sobre el que me has visto o el que venías aquí?

— No… no se lo he contado a nadie… pero él tiene la llave. Venía enfadada para terminar con todo, lo siento… — contesté de forma nerviosa, sintiéndome culpable por no haber cumplido la petición de mi prometido, cegada por mi enfado y determinación de aquel momento.

— Está bien, no te preocupes. Necesito que la recuperes, pero sin decir a Michael para qué la necesitas. ¿Vale?

— Vale… —  volví a confirmar a Alex que estaba con él en esto, ignorando esa voz interior que me advertía sobre las posibles consecuencias de en lo que me estaba metiendo. Ojalá pudiéramos diferenciar si esa voz que nos habla tan a menudo son nuestros miedos o una advertencia de nuestra intuición.

«Ojalá pudiéramos diferenciar si esa voz que nos habla tan a menudo son nuestros miedos o una advertencia de nuestra intuición.»

— Te llamaré mañana por la tarde para averiguar cómo va todo. ¿Está bien?

— Sí, — dije de forma insegura.

El coche se volvió a detener en la entrada del hotel. Me despedí de Alex con un beso y salí del vehículo con todavía mayor cantidad de preguntas. ¿Qué me había pasado? ¿Por qué me había rendido tan fácilmente en mi búsqueda de respuestas que tanto necesitaba escuchar?

El automóvil arrancó dejándome sin la determinación y el valor con el que venía, mientras Sommer observaba todo aquello a unos cuantos metros de mí, sin que yo me percatara.

No entré dentro del edificio, cogí directamente un taxi y me dirigí a la comisaria para no despertar sospechas debido a mi tardanza desde que recibí la llamada del inspector Aguirre. Quizás, él sí me podía ayudar a resolver alguna de mis dudas.

— Señorita Gerber, gracias por venir. Pase por aquí, por favor, — dijo el inspector al verme de forma amable, pero seria, mientras me llevaba por los fríos y ruidosos pasillos en los que se escuchaban las llamadas de teléfono y las voces de los agentes de policía, hasta llegar a su despacho, que ya conocía. — Siéntese, por favor. ¿Sabe algo de su prometido? — me preguntó.

— No, nada, — mentí yo, entendiendo que ya no hay vuelta atrás.

— Hemos detectado que unos días antes de lo sucedido hubo una importante retirada de dinero en las cuentas bancarias. ¿Sabe usted algo de eso? Quizás para qué podría necesitar la semejante suma.

— No lo sé, inspector. Alex tiene sus propias cuentas, no me meto en sus asuntos financieros, — contesté, intentando atar cabos en mi cabeza para encontrar la respuesta a esta nueva información.

El inspector siguió haciéndome preguntas, mientras yo procuraba no delatar mis evidentes nervios al ocultar las pruebas que estaban en mis manos. A cabo de una hora me dejó marchar.

Bajé del taxi antes unos metros antes de llegar al hotel. No estaba preparada para volver a la habitación y mentir a Marta sobre todo lo que había pasado a lo largo de este día. Me dirigí hacia una terraza de aires tropicales y vistas a la calle que últimamente estaba tan presente en mi vida: la calle Alcalá. Accedí al cálido y elegante interior de “Caramba”* a través de una colorida entrada de paredes de pintadas en motivos vegetales y baldosas en tono azulón. Los clientes que se percataron de mi llegada, disfrutaban de sus creativos cócteles de autor con ingredientes de los cinco continentes del mundo. Ese ambiente recreado e iluminado con lámparas de rafia que reproducían hojas de palmeras, me recordaba a las cálidas costas del Caribe, pero en un ya frío Madrid.

Adentrándome en un espacio de varios salones de diferente altura, que a la vez se comunicaban directamente con la recepción del Hotel Regina, pues el restaurante ocupaba la primera planta de éste, me senté en una de las mesas ubicadas enfrente de una gran barra central. Observaba a los comensales disfrutar de la más pura cocina mediterránea con guiños exóticos y de los platos tradicionales como cochinillo de Segovia o la tortilla de patata trufada, y las baldas de libros que decoraban las paredes de “Caramba”. Ese diseño hacía homenaje a las mujeres de la generación del 27 — escritoras, filósofas, poetas y artistas de la vanguardia española como Concha Méndez o María Zambrano; mujeres que hace cien años se reunían en las cafeterías de estas céntricas calles madrileñas en búsqueda de la inspiración y libertad. Mujeres precursoras, valientes y determinadas: características que tanta falta me hacían en este momento, pues, a pesar de que el amor es la mayor fuerza del mundo, es también la mayor debilidad del ser humano.

«A pesar de que el amor es la mayor fuerza del mundo, es también la mayor debilidad del ser humano.»

Cogí el teléfono y marqué el número de Sommer. No tenía ni idea que hace unas horas él estuvo esperándome, decidido a confesarme que todo este tiempo se acordaba de mí, ni tampoco que me vio con su amigo, lo único en lo que pensaba ahora es que tenía que recuperar la llave para ayudar a Alex sin saber por qué y para qué.

NECESITO MÁS

*Debido a las medidas tomadas en relación con el COVID-19 los horarios y la apertura de algunos espacios del local pueden variar.

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